Antonio Romero, la República
Por Raúl del Pozo
Hay un fresco en una ermita mozárabe en la que se ve un galgo y un galguero. El galgo, de cráneo estrecho, cara larga, esbelto y aerodinámico se escapó de un jeroglífico, el galguero se llama Antonio Romero y nació en Humilladero. Antonio crió galgos y Comisiones Obreras del campo, es republicano y ha ideado una conjura de numantinos en El Borge para exigir un referéndum sobre Monarquía y República.
Hace 15 días estuve en la fiesta de los Cavia en ABC. El Rey Juan Carlos me abrazó. De cerca su cara es un gran euro de oro.Ya no tiene body de revista del corazón. Este Rey no ha matado dragones, ni ha ido a las Cruzadas, pero lo ha pasado tan mal como el último de los españoles con Franco. Fue un príncipe shakesperiano, su cabeza sobresale en el trigal o bosque de las perdices. Puso firme a los asesinos de caqui. Se duerme en la ópera, cazó y amó, como Felipe IV.
La corte siempre fue en Madrid un picadero. Montó una monarquía sin endogamia, sin camarilla. La derecha lo quiere menos que la izquierda. Nadie lo quiere echar. Los españoles le enseñaron la puerta a los jesuitas y a los borbones, y enseguida volvieron, pero quieren a Juan Carlos. Esta es la primera crisis nacional en la que el pueblo no dice que se vaya el Rey.
Juan Carlos I se deja manosear mucho por los nacionalistas, que le proponen soberanía compartida en una monarquía pavón de luces, en la que la corona fuera un disfraz simbólico. El Borge es un bello pueblo morisco de pasas, bandoleros románticos y comunistas.El Ayuntamiento de El Borge se ha dirigido a Zapatero para que plantee un referéndum en el que los ciudadanos se pronuncien entre Monarquía y República.
«La República vino después de unas elecciones municipales», me dice Antonio, el galguero, y me regala aceite. Pero es en las ciudades, Antonio, donde el aire nos hace libres.
Hace 15 días estuve en la fiesta de los Cavia en ABC. El Rey Juan Carlos me abrazó. De cerca su cara es un gran euro de oro.Ya no tiene body de revista del corazón. Este Rey no ha matado dragones, ni ha ido a las Cruzadas, pero lo ha pasado tan mal como el último de los españoles con Franco. Fue un príncipe shakesperiano, su cabeza sobresale en el trigal o bosque de las perdices. Puso firme a los asesinos de caqui. Se duerme en la ópera, cazó y amó, como Felipe IV.
La corte siempre fue en Madrid un picadero. Montó una monarquía sin endogamia, sin camarilla. La derecha lo quiere menos que la izquierda. Nadie lo quiere echar. Los españoles le enseñaron la puerta a los jesuitas y a los borbones, y enseguida volvieron, pero quieren a Juan Carlos. Esta es la primera crisis nacional en la que el pueblo no dice que se vaya el Rey.
Juan Carlos I se deja manosear mucho por los nacionalistas, que le proponen soberanía compartida en una monarquía pavón de luces, en la que la corona fuera un disfraz simbólico. El Borge es un bello pueblo morisco de pasas, bandoleros románticos y comunistas.El Ayuntamiento de El Borge se ha dirigido a Zapatero para que plantee un referéndum en el que los ciudadanos se pronuncien entre Monarquía y República.
«La República vino después de unas elecciones municipales», me dice Antonio, el galguero, y me regala aceite. Pero es en las ciudades, Antonio, donde el aire nos hace libres.
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